En uno de los anuncios vi un cartel que decía «Lo regalo para leña». Inmediatamente llamé a mi marido, le di la dirección y las herramientas y le mandé a salvar el futuro orgullo de nuestra cocina. Ese mismo día por la tarde el armario ya estaba en nuestra casa.
La construcción del armario me sorprendió por su robustez. Las patas y la parte superior son de haya maciza, las puertas son de chapa gruesa de haya que, por desgracia, tenía grietas.
En primer lugar, lo lavé a fondo, ya que había señales de insectos. Las patas y la encimera se trataron para eliminar los restos de barniz. Los laterales y las puertas requirieron un lijado, ya que el barniz se estaba desprendiendo.
Las zonas con chapa descascarillada se trataron con cola y se fijaron con abrazaderas hasta que se secaron por completo.
Los pequeños defectos se ocultaron con masilla para madera, ya que decidí seguir pintando el armario.
Para las patas y las partes de las puertas utilicé aceite con cera GAPPA.
Para las puertas y las paredes laterales utilicé pintura de base acrílica con lechada y colorantes. Apliqué dos capas de pintura, y entre ellas trabajé cuidadosamente la superficie para alisar las irregularidades.
Al final cubrí toda la superficie con barniz acrílico de efecto semimate.
Este armario se ha convertido en un elemento indispensable de nuestra cocina. Incluso cuando compramos muebles nuevos para la cocina, decidimos no deshacernos de él. Ahora está en el pasillo y me sirve para guardar herramientas y materiales de construcción. Su tamaño compacto no ocupa mucho espacio en el pasillo.
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