Una familia hizo reformas — y detrás de una pared descubrió una habitación de la que nadie sabía nada

Cuando la familia Carter decidió renovar la vieja casa, construida en la década de 1920, nadie esperaba que una simple reforma se convirtiera en algo completamente distinto.
Habían comprado la casa hacía poco — espaciosa, con techos altos y suelos de madera que crujían, donde parecía que cada tabla guardaba una historia.

Al tercer día de obras, los trabajadores notaron un detalle extraño: en el pasillo entre el dormitorio y la sala de estar, una pared era más gruesa de lo normal.
La diferencia de unos cuantos centímetros podía parecer mínima, pero para un constructor era algo sospechoso.
La familia decidió averiguar qué había allí dentro.

Cuando retiraron la capa de yeso, debajo apareció un viejo panel de madera, y detrás — una puerta clavada con tablones.
No tenía picaporte, solo las huellas de un candado oxidado.
La madre, Sarah, recuerda:

«No podíamos creer que en nuestra casa existiera una habitación de la que nadie sabía nada. Ni en los planos ni en los documentos aparecía mención alguna.»

Cuando por fin abrieron la puerta, un aire frío y polvoriento salió desde dentro.
La habitación era pequeña — no más de seis metros cuadrados.
En el suelo había una mesa cubierta de polvo; sobre ella — un antiguo tintero, una libreta y una lámpara apagada por el tiempo.
En la pared colgaba una fotografía de una mujer sonriente, cuyos ojos parecían seguir cada movimiento.

Pero lo más extraño vino después: cuando el padre encendió la linterna y la dirigió hacia la esquina, vieron inscripciones en la pared, hechas con lápiz — decenas de nombres y fechas que se remontaban casi cien años atrás.

Más tarde se descubrió que la casa había pertenecido a una familia cuyo nombre había desaparecido hacía tiempo de los archivos locales.
Pero un nombre se repetía más que los demás — y coincidía con el de la antigua propietaria, muerta en circunstancias misteriosas.

Desde entonces, los Carter nunca vuelven a cerrar esa puerta.
Dicen que, a veces, por la noche, se oye desde allí un leve susurro de papel — como si alguien aún siguiera escribiendo en el viejo cuaderno.

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