Esta boda conmocionó a todos: una novia de 18 años y un novio de 89, pero la verdad sobre ellos resultó ser más terrible que los rumores

Era una boda de la que todos hablaban en voz baja.
Él tenía 89 años, era un anciano con una sonrisa amable y un paso débil.
Ella tenía 18 años y era la hija de su viejo amigo Víctor.
El mismo con el que alguna vez fueron inseparables: lucharon, construyeron una casa y criaron a sus hijos.

Tras la muerte de Víctor, el hombre visitaba a menudo a la familia de su amigo, les ayudaba, les llevaba comida y pagaba los estudios de la chica.
Todos lo consideraban un acto de bondad.
Hasta que un día se enteraron de que le había pedido matrimonio.

Cuando se difundió la noticia, nadie lo creía.
Pero él insistió.
«Solo quiero que no se quede sola», les decía a todos.

El día de la boda fue caluroso.
En la plaza del registro civil se reunieron fotógrafos, periodistas y curiosos.
La joven estaba de pie, inmóvil, con un vestido blanco, y él, apoyado en su bastón, le cogía de la mano.

Cuando comenzó la ceremonia, todos esperaban que ella llorara o se negara.
Pero ella dijo «Sí».
Su voz era suave, casi inaudible.

Después de la ceremonia, durante el banquete, el hombre pidió el micrófono.
Los invitados se callaron.
Miró a todos, luego a ella, y dijo:

«Le prometí a su padre que ella nunca estaría sola.
Y lo he cumplido.
Pero ahora me voy».

Todos se miraron entre sí.
Él sonrió, le puso la mano en el hombro y añadió tranquilamente:
«Mi regalo para ti es la libertad.
Ahora eres adulta.
Y todo lo que he hecho ha sido para que puedas empezar tu propia vida, y no ser una deuda en la de otra persona».

A los pocos días murió mientras dormía.
No dejó testamento, solo una carta en la que había una sola frase:
«El amor no es posesión, sino protección».

Ella lloró durante mucho tiempo.
Y luego entró en la universidad, donde se habló de su «escandalosa» boda durante todo un año.

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