Llenó un apartamento de Nueva York con tierra – 44 años después, es una de las obras de arte más sorprendentes de la ciudad

🌍 Llenó un apartamento de Nueva York con tierra – 44 años después, es una de las obras de arte más sorprendentes de la ciudad. Lo que empezó como una extraña idea se convirtió en una obra maestra de meditación que sigue asombrando a los visitantes 🖼️ ¡Conoce la historia completa de The Earth Room en el siguiente artículo!👇

En el corazón de Nueva York, a pocos pasos de apartamentos de lujo y calles bulliciosas, hay una habitación extraña y silenciosa que ha permanecido inalterada desde 1977. No es una casa ni una galería en el sentido tradicional, sino una habitación llena de más de 120.000 kilos de tierra… y lleva más de cuatro décadas cautivando silenciosamente a los visitantes.

Esta instalación poco convencional, conocida como The New York Earth Room, es obra del minimalista estadounidense y pionero del land art Walter De Maria. Escondida en el interior del espacio expositivo de la Dia Art Foundation en el SoHo, esta pieza surrealista ocupa una sala de 335 metros cuadrados, cuyas paredes blancas contrastan fuertemente con la capa de medio metro de tierra rica y oscura que cubre por completo el suelo.

A primera vista, puede parecer absurdo: ¿por qué alguien llenaría de tierra un caro loft neoyorquino? Pero eso es exactamente lo que hizo De Maria, y el resultado se ha convertido en una de las obras de arte conceptual más perdurables de la ciudad.

La Earth Room no fue un experimento aislado. De Maria la presentó por primera vez en Alemania, primero en Múnich en 1968 y luego en Darmstadt en 1974. Ninguna de esas instalaciones sobrevivió. Pero cuando se creó la versión neoyorquina en 1977, se conservó, se mantuvo y acabó convirtiéndose en permanente. Y hoy, casi medio siglo después, sigue abierta al público, de forma gratuita y llena de significado.

Mantener la pieza es un compromiso en sí mismo. La tierra debe mantenerse húmeda para preservar su fragancia natural, que llena el espacio con el aroma terroso del suelo de un bosque. El ambiente tranquilo y monocromo crea una experiencia casi meditativa, que lleva a los visitantes a un momento de quietud y reflexión.

Un crítico de arte de The New York Times, ganador del Premio Pulitzer, describió en una ocasión la obra como una de las más emotivas que jamás había visto. Escribió que el olor y el silencio le transportaron a su infancia, evocando recuerdos de paseos en solitario por patios traseros de camino al colegio: un raro ejemplo de arte que se siente a la vez terrenal y etéreo, muerto y vivo a la vez.

Walter De Maria era conocido no sólo por su arte, sino también por su esquiva personalidad. Rara vez concedía entrevistas y a menudo evitaba los focos. En una de sus instalaciones más misteriosas, colocó un teléfono negro en medio de una galería vacía. De vez en cuando sonaba, y quien contestaba podía encontrarse en una conversación con el propio De Maria.

Como figura destacada del movimiento vanguardista Fluxus, De Maria creía que el arte debía disolver la barrera entre lo cotidiano y lo extraordinario. Sus obras no eran meros objetos para mirar, sino experiencias destinadas a captar los sentidos, provocar el pensamiento y cambiar la percepción.

Más de 40 años después de su creación, la Sala de la Tierra sigue invitando a miles de visitantes al año a adentrarse en un espacio donde el tiempo se detiene y la suciedad se convierte en algo casi sagrado. No es sólo una habitación llena de tierra: es una declaración sobre la presencia, la memoria y cómo definimos la belleza en los lugares más inesperados.

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