Una mujer confundió su maleta en el aeropuerto — y lo que había dentro la hizo llamar al dueño

Cuando el avión de Praga aterrizó en Lyon, el terminal estaba lleno — gritos de niños, ruido de maletas, anuncios en tres idiomas. Élise esperaba junto a la cinta de equipajes, cansada tras el vuelo nocturno. Su maleta era común — gris, con una etiqueta azul y restos de viejas pegatinas. Cuando la cinta se ralentizó, vio una igual, la tomó rápidamente y se dirigió a la salida.

Ya en casa, al abrir la maleta, se dio cuenta de que no era la suya.
En lugar de su suéter y su cámara, había camisas de hombre dobladas con cuidado, un libro en italiano y una caja con la inscripción “Non aprire” — “No abrir”.

Dudó unos segundos. Luego levantó la tapa con cuidado. Dentro — cartas antiguas atadas con una cuerda y una fotografía de una mujer con un niño. En el reverso — la inscripción: “París, 1984”.
Debajo, una breve nota:

«Siempre creí que algún día lo recibirías.»

Élise no pudo simplemente guardarlo todo de nuevo. Encontró la etiqueta con el apellido — Lorenzi, M. — y llamó a la aerolínea. Un par de horas después le dieron un número. Marcó — un hombre contestó de inmediato. Su voz era tranquila, pero con emoción contenida.

— Disculpe… creo que tomé su maleta, — empezó ella.
— Si encontró la caja… — la interrumpió él. — Entonces el destino ha querido recordarlo.

Acordaron encontrarse en una cafetería de la estación.
Cuando el hombre llegó, llevaba en las manos una vieja fotografía — la misma mujer, el mismo niño. Contó que su madre había guardado esas cartas toda la vida, y que la maleta había sido su último regalo antes de morir.

Élise le entregó la caja. Él le dio las gracias, y en ese momento se hizo un silencio — no incómodo, sino cálido, humano.

Cuando ella regresó a casa, en la pantalla del teléfono apareció un mensaje:

«Gracias. Gracias a usted recordé que la memoria tiene voz.»

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