La expedición marítima encontró un contenedor que no figuraba en ningún registro — y lo que había dentro desafiaba cualquier explicación

Esto ocurrió frente a la costa de Indonesia, durante una expedición rutinaria de exploración del fondo marino.
El equipo de oceanógrafos a bordo del barco “Seawind Explorer” estudiaba las corrientes submarinas cuando uno de los operadores del sonar detectó una anomalía: un gran objeto metálico a unos sesenta metros de profundidad.

Al principio pensaron que se trataba de un contenedor común, arrastrado por una tormenta. Hallazgos así no son raros.
Pero la forma parecía extraña: demasiado uniforme, sin marcas, sin señales de corrosión.

Enviaron un dron submarino hacia el objeto.
Cuando las cámaras transmitieron la imagen por primera vez, apareció en la pantalla algo parecido a un contenedor sin números.
Una superficie perfectamente lisa, metal gris sin inscripciones, esquinas rectas. Sin logotipos ni cifras.

—“Como si lo hubieran bajado hace un momento” —comentó el ingeniero Liam.

Decidieron izar el contenedor a la superficie.
El cable se tensó, el agua siseó y, veinte minutos después, el enorme rectángulo metálico estaba en la cubierta.
Los marineros rodearon el hallazgo. Bajo el sol, el metal parecía casi nuevo.

Cuando abrieron la compuerta superior, al principio pareció estar vacío.
Pero desde el fondo se oyó un sonido metálico, como si algo se moviera.

Dentro había cápsulas —largas, herméticamente selladas, alineadas en filas.
Sin documentos ni inscripciones. Solo una grabación en una de las tapas:

“Property of OSIRIS Deep Lab – Singapore.”

El capitán contactó con la guardia costera.
Cuando los especialistas llegaron al barco, abrieron una de las cápsulas.
Dentro encontraron a una persona —o más bien, un cuerpo en una cámara criogénica, conectado a sistemas de enfriamiento y sensores.

Más tarde se descubrió que el contenedor pertenecía a una empresa biotecnológica privada que realizaba experimentos de crioconservación a largo plazo.
Pero oficialmente, el proyecto OSIRIS Deep Lab había sido cerrado hacía seis años.

Lo que más desconcertó a los expertos fue que la temperatura dentro de las cápsulas seguía siendo estable y los sistemas funcionaban.
Eso significaba que alguien seguía suministrando energía bajo el agua.

Después de eso, el contenedor fue inmediatamente clasificado como secreto.
Oficialmente —“objeto transferido al Departamento Marítimo”.
Extraoficialmente —ningún miembro del equipo del Seawind Explorer volvió a salir al mar.

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