Una niña rescató a un gatito callejero, pero pronto se dio cuenta de que no era un gatito

Una niña llamada Lisa siempre había amado a los animales. Podía pasar horas alimentando a los pájaros, hablando con los perros del patio y soñando con ser veterinaria. Aquella tarde de otoño, cuando empezó a llover, vio un pequeño ovillo de pelo temblando bajo un banco junto a la entrada.

Era un gatito. Pequeño, gris, con ojos grandes. Maullaba lastimosamente y el corazón de la niña no pudo resistirlo. Lo envolvió en su bufanda y se lo llevó a casa.

Al principio, su madre se opuso: «Lisa, ¡no puedes traer todos los animales a casa!», pero al ver al tembloroso ovillo, se rindió. Le hicieron una cama al gatito en una caja, le dieron de comer leche y le pusieron un calentador al lado. Se durmió rápidamente, acurrucado en una bola.

Pero a la mañana siguiente, todo se volvió extraño.

El gatito no maullaba. Emitía sonidos parecidos a susurros. Por la noche, Lisa se despertó con la sensación de que alguien estaba junto a su cama. Encendió la luz y vio al gatito sentado en una silla, mirándola fijamente. Sus ojos brillaban en la oscuridad y había algo humano en ellos.

Al día siguiente, la madre notó que el animal crecía demasiado rápido. En un día se había vuelto casi el doble de grande. Su pelaje se oscureció y aparecieron unas marcas extrañas en el cuello, como si fueran dibujos.

Cuando la familia llamó al veterinario, este examinó al animal y palideció. «No es un gatito», dijo, «al menos, no uno como los que he visto antes. Sus pupilas no son las de un gato. Son verticales, pero cambian con la luz. Eso solo ocurre en los depredadores…».

Por la noche, Lisa se despertó de nuevo, pero la caja estaba vacía. La ventana estaba abierta. Y en el alféizar había arañazos.

Al día siguiente, comenzaron a encontrarse huellas extrañas en los alrededores. Pequeñas, pero profundas, como si fueran dejadas por algo ligero y muy rápido.

Pasaron varias semanas. El gatito no regresó. Pero a veces, especialmente en las tardes lluviosas, se oía un suave susurro junto a su ventana. Lisa está segura de que él sigue viniendo. Solo que ahora sabe que no es un gatito y que, tal vez, no ha regresado sin motivo.

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