¡Los siguientes datos sobre los retretes de la antigua Roma te dejarán boquiabierto! 🤯😱 ¡En aquella época, las letrinas públicas no sólo servían como baños! 🧐🚽 En su lugar, ¡eran bulliciosos centros que reunían incluso a la élite de la sociedad! 🧐😮 Pero, ¿qué hacían allí, qué aspecto tenían esos lugares y por qué puede parecernos horroroso a nosotros, la civilización moderna? 🤔 ¡Te contaré todo lo que no sabías antes en este artículo! 👇
Los aseos en la antigua Roma distaban mucho de ser espacios privados e higiénicos. En su lugar, servían como bulliciosos centros sociales donde la vida cotidiana, la política e incluso los negocios se desarrollaban en medio de condiciones que horrorizarían a la mayoría de la gente hoy en día.
Las letrinas públicas estaban diseñadas con largos bancos de piedra con aberturas espaciadas uniformemente. No había separadores entre los usuarios, por lo que las conversaciones fluían tan libremente como el agua que corría bajo los asientos. Un canal poco profundo bajo el banco transportaba los residuos, gracias a sistemas de agua alimentados por acueductos.
Sorprendentemente, estos baños eran más que funcionales: eran lugares para establecer contactos. Los romanos se reunían aquí para charlar, compartir cotilleos e incluso establecer contactos comerciales. Los ciudadanos más ricos, a pesar de tener aseos privados en casa, solían frecuentar las instalaciones públicas para socializar.
A diferencia de los baños modernos, las letrinas romanas a veces estaban decoradas como grandes salones. Frescos ornamentados, esculturas de mármol e incluso flores frescas adornaban el espacio. Algunas tenían toldos de madera para dar sombra, creando un ambiente sorprendentemente agradable, a pesar del inconfundible olor.
Las letrinas de Éfeso, construidas hace casi 2.000 años, fueron uno de los primeros retretes de pago conocidos. Situadas cerca de la Biblioteca de Celso, podían alojar a 48 hombres a la vez; las mujeres no estaban autorizadas. Los visitantes pagaban una pequeña cuota, lo que hacía que estas instalaciones fueran más comunes entre los ciudadanos más ricos.
Aunque los baños públicos eran populares, algunos romanos ricos tenían baños privados en casa. Sorprendentemente, a menudo se encontraban en la cocina. ¿La razón? Los fuertes aromas de la cocina supuestamente enmascaraban los olores menos agradables.
Durante los meses más fríos, se enviaba a los esclavos a calentar los asientos de piedra antes de que llegaran sus amos. Esta tarea aparentemente menor conllevaba importantes riesgos para la salud, lo que contribuyó a acortar la esperanza de vida de muchos siervos.
Los romanos no utilizaban papel higiénico. En su lugar, utilizaban esponjas sujetas a palos, conocidas como tersorium. Estas esponjas se guardaban en cubos llenos de agua salada o vinagre para su limpieza. Un abrevadero con agua corriente a la altura de los pies permitía a los usuarios enjuagar tanto las esponjas como a sí mismos.
Los romanos consideraban los desechos humanos como un recurso y no como una molestia. Se colocaban ánforas por todas las ciudades para aliviar rápidamente las necesidades, y los recolectores de orina recogían el contenido para venderlo a curtidurías y lavanderías. El amoníaco de la orina era perfecto para blanquear tejidos.
Incluso la higiene personal estaba relacionada con la orina. Algunos romanos se enjuagaban la boca con orina envejecida, creyendo que blanqueaba los dientes. Los curtidores también empapaban las pieles de los animales en orina para desprender el pelo antes de ablandar el cuero con -lo han adivinado- heces.
Aunque las prácticas sanitarias romanas puedan parecer horribles para los estándares actuales, sus innovadores sistemas de agua y gestión de residuos eran sorprendentemente avanzados para la época. Es un extraño recordatorio de que incluso los aspectos más desagradables de la vida pueden convertirse en algo útil.