«¿En serio? ¿Les deja sentarse aquí?», refunfuñó el millonario Louis Newman cuando Debbie Brown subió al avión con sus tres hijos. Claramente irritado, señaló a la familia y ladró a la azafata: «Señorita, ¿no puede hacer algo al respecto?».
«Lo siento, señor», respondió la azafata, mostrando a Louis los billetes. «La señora Brown y sus hijos están asignados a estos asientos. Necesito que cooperen».
Louis puso los ojos en blanco y se quejó: «Tengo una reunión importante con clientes internacionales. Esos niños van a hacer ruido».
Debbie, dándose cuenta de su irritación, se ofreció a cambiar de asiento, pero la azafata se mantuvo firme. «Usted pagó por estos asientos, señora. Tiene todo el derecho a quedarse aquí».
Sin inmutarse, Louis se puso los AirPods, claramente molesto. A pesar de la excitación de sus hijos, Debbie se las arregló para mantenerlos bien educados. Una vez que Louis terminó su llamada de negocios, comenzó a regañadientes una pequeña charla.
«Dirijo una importante empresa de ropa en Nueva York. Acabo de cerrar un gran negocio», dijo con una sonrisa de suficiencia.
«Eso es maravilloso», respondió Debbie. «Yo tengo una pequeña boutique en Texas».
Louis no pudo resistirse a burlarse de ella. «¿Una boutique? ¿De verdad? Trabajo con los mejores diseñadores. Alguien como tú no lo entendería».
Manteniendo la calma, Debbie añadió: «En realidad, mi marido también está en este vuelo».
Antes de que Louis pudiera responder, la voz del piloto sonó por el intercomunicador: «Quiero dar las gracias especialmente a mi mujer, Debbie Brown, que vuela hoy con nosotros. Debbie, no puedo expresar lo mucho que significan para mí tu amor y tu apoyo».
Louis se quedó sin palabras cuando el piloto, Tyler Brown, salió de la cabina y le propuso matrimonio a Debbie en pleno vuelo.
Volviéndose hacia Louis, Debbie le dijo: «Nunca entenderás la alegría de estar rodeado de amor, algo mucho más valioso que el dinero. Puede que mi marido y yo vivamos una vida sencilla, pero es una vida que apreciamos profundamente».